QUIEN ESTÉ LIBRE DE "PECADO", QUE RECIBA LA PRIMERA CRÍTICA.
- Matias E. Roldan
- 14 jun 2021
- 6 Min. de lectura
En nuestra nota de hoy -la primera del 2021- el blog original estaba enfocado en LA CRÍTICA COMO HERRAMIENTA DE ANÁLISIS Y EVALUACIÓN DE GESTIÓN, enfocada desde el proceso de planificación y revisión de lo alcanzado. ¿Por qué?. Porque sin medir lo planificado, no podemos criticar lo hecho; y sin criticar lo hecho, no podemos evaluar lo alcanzado.
No obstante, el contexto de redacción ha variado, desde un inicio de año relativamente normal (en pandemia y por suerte con muchos proyectos en ejecución, y por eso la demora) hacia un mediados de 2021 con "elecciones" en la agenda -relativamente- inmediata.

Es por ello que hemos decidido reescribir el blog, conjugando el objeto inicial y las observaciones contextuales, pudiendo definir que: PARA LA POLITICA CORDOBESA, LA ÚNICA CRITICA QUE SIRVE, ES LA QUE SE DIRIGE HACIA OTROS ESPACIOS Y NO HACIA EL PROPIO.
La crítica como herramienta de gestión
Desde hace años -principalmente las organizaciones del sector privado, que tienen un desarrollo relativamente avanzado en la gestión de procesos y planificación estratégica- implementan como base de dichos procesos, herramientas técnico-actitudinales como 5S (también denominada gestión de KAIZEN)
Sin intención de hacer una explicación exhaustiva sobre Kaizen, algunas webs especializadas sobre el tema explican que KAIZEN es una "filosofía" japonesa, tanto de acción, hábitos y/o autogestión, enfocada en la mejora continua, desde el rol exclusivo de los procedimientos diarios.
Apuntando a ser un proceso sistemático de eliminación de errores o desviaciones, sostenido desde la continua mejora de las acciones, tiene como uno de sus ejes principales el compromiso y ejercicio constante de "observar y mejorar" todo lo que hago.
Sin embargo, filosofías o sistemas de gestión de mejora continua, tienen un elemento implícito que las vuelve todo un desafío para organizaciones inmaduras, que resulta ser tanto necesario como a su vez todo un desafío de incorporar: LA CRITICA.
Pero ojo, el proceso no apunta a considerar que todo lo que hacemos es erróneo, o bombardear la motivación organizacional, sino apunta a un punto de vista que contemple que "no solo todo es mejorable", sino que "es necesario criticar nuestras acciones, para poder comprender que cosas mejorar".
Ahora, para cualquier organización que pretenda mejorar y madurar -tanto interna como externamente- no se vuelve imprescindible la implementación de sistemas de procesos certificables o filosofías orientales post guerra. El primer paso, como todo transitar de cambios, es identificar la necesidad de modificar, innovar y hasta erradicar conductas y hábitos que cristalicen, aún más, la rigidez organizacional.
Una organización que no solo no se abre a críticas internas, sino que las neutraliza o identifica como "outputs negativos o agresivos", está condenada a transitar en un círculo cada vez más estrecho, llegando a ser ahogada por haberse dedicado a transformar sus errores o desaciertos, en una forma de ser.
Un gran poder conlleva una gran necesidad de criticarse
Habiendo entendido como la crítica es fundamental como herramienta de crecimiento, surge un interrogante para nada menor: ¿Si las organizaciones -de bienes o servicios- pueden incorporar la crítica como un hábito diario de mejora, no lo deberían incorporar -también- las organizaciones que tienen aún más alcance en sus acciones, por ejemplo, las organizaciones políticas? La respuesta es.... ¿A ustedes que les parece? Dejen sus comentarios al final del post.
¡Desde nuestra mirada, la respuesta es sí!
Creemos que las organizaciones relacionadas con la gestión pública (en cualquiera de sus niveles) junto con las agrupaciones político-partidarias (que apuntan precisamente a convertirse en las ut supra mencionadas) son quienes principalmente deben apuntar a incorporar procesos de revisión y mejora continua, como elemento principal de su accionar.
"(...) Nosotros estamos constantemente recibiendo críticas. Siempre es criticado quien hace, por quien no hace. Pero esas críticas ayudan a saber que estamos cumpliendo" (Fuente anónima, 2021) Estas palabras fueron expresadas por un funcionario, dentro de una entrevista informal, desarrollada como parte de una discusión sobre términos de un proyecto.
Frases como esta, son rezos fundamentales dentro de la "cartera de respuestas" de muchos de los representantes políticos de Córdoba, que ocupa un cargo ejecutivo de alta capacidad decisional. Lo que llama la atención, ya que -al parecer- la crítica es tomada como un acto cotidiano, pero "externo".
Es decir, la crítica es parte de la interacción con los sectores opositores o de control (en este caso) que son quienes "emiten" ese juicio de valor, pero a la luz de ser un mero acto de "deber". Casi como un juego de acción-reacción, sin justificativos más que el de "criticar".
No obstante, la crítica -en este caso- no deja de ser una interacción que "llega desde" y que, por lo general, la organización receptora, se ocupa de neutralizar o desoír, al ser un acto meramente "obvio" por parte del sector opositor. O sea, la crítica -para el sector oficialista- es un acto injustificado, externo, sin resultados internos y hasta "obligado" de generar, por parte de los actores políticos "rivales".
Como conclusión de este espacio: la crítica no es algo que pueda o "deba" hacerse desde dentro. Sino que es un elemento que "corresponde" llegue, y desde afuera.
Justamente desde el arco "contrario" -los opositores- no surgen ideas distintas a esto. La mayoría de las opiniones (vertidas o demostradas en silencio) dejan en claro que la crítica -para los espacios políticos-partidarios opositores y/o que compiten por un espacio de poder- la dinámica es irónicamente la misma.
La crítica, sobre todo en espacios pequeños, viene a minar un supuesto camino de crecimiento (pero contrariamente a la dinámica de espacios de mayor "tamaño", la crítica no tiene el mismo efecto explosivo dentro de la estructura y es mucho más simple de neutralizar que en espacios como los oficialistas; entiéndase de mayor estructura por ser ejecutores de la gestión pública) por lo que es imprescindible asegurar su neutralización.
Para ello no se necesitan herramientas mucho más desarrolladas que el eliminar la existencia de espacios bidireccionales para elevar críticas y/o solo asignar la capacidad de emitirla, a determinados roles o personas (y aun así no tenerlas en cuenta en la toma de decisión) Y, sobre todo, asegurar ver la crítica como "algo que no suma" es una de las acciones autoinmunes de preferencia.
En síntesis, aquellas organizaciones que tienen a cargo el aporte exclusivo a la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos, de un determinado territorio; que fueron o serán elegidos sus representantes y conformantes; cuya responsabilidad y objeto no es más que el de existir por y para sus contribuyentes; terminan siendo las más especializadas en neutralizar -justamente- las críticas de a quienes se deben.
Los espacios que apuntan a esto, y/o los que cumplen un rol opositor o están en crecimiento, no dejan de copiar a la perfección dicho pésimo hábito de blindar el proceso decisional y/o de planificación y acción (si es que lo tienen), con excusa de que "el proceso de emisión de crítica, lejos de sumar, resta).
Por ende, quienes más responsabilidad tienen de ser criticados internamente y por ellos mismos, son quienes primeramente se escudan de ello.
A quejarse a la "quejeria"
En conclusión, la crítica -dentro de una estructura organizacional madura- resulta ser no solo una excelente herramienta de gestión, para poder implementar procesos de mejora continua y evaluación de planificación; sino que termina por ser hasta una filosofía que incorpora hábitos que apuntan a la excelencia y sobreposición ante errores.
No obstante, solo es aplicada como un accionar positivo en espacios de producción de bienes o servicios. Los espacios político-partidarios presentan una enorme habilidad de ser impermeables ante -justamente- la crítica de no aceptar y/o saber utilizar las críticas que se les hacen.
Según sea el rol del espacio político, le "toca" ser objeto constante de críticas, como un blanco inmóvil (justificado por su rol) de aquellos otros espacios que "deben" criticar. O sea, o están obligados a recibir críticas por parte de otros; o están obligados a ser especialistas en criticar, ¡pero a otros!
Si se habla de hábito, habilidad, interés y/o intención de explorar y explotar la "autocrítica" todos los espacios políticos-partidarios (independientemente de su rol, tamaño, objeto y/o función) se convierten en especialistas clonados de neutralización y repulsión de interacciones críticas internas y/o de desempeño. Se termina justificando que la única forma de poder criticar eficientemente (oposición) es no siendo criticado desde dentro; como también se cree que la única forma de soportar críticas externas (oficialismo) es nunca generándolas desde el interior.
Es decir, si queremos criticar a quienes viven criticando o son criticados, es muy probable que poco podamos hacerlo desde "dentro", o que la misma "caiga en saco roto", generando como mínimo, un rechazo inmediato; siendo un fiel reflejo de la falta de madurez organizacional para poder aprovechar los espacios de crítica.
O sea, si queremos "quejarnos" de las falencias de nuestra organización política, remitir el escrito a "la quejería".
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